Mi hijo me ha dicho
“mamá cómo me gusta este mundo” y que suerte contar con esa frase, así tan de
mañana.
Después he ido al
ordenador a ver si podía ver los mensajes del trabajo y actualizar la página
web que tengo pendiente y he marcado los siete dígitos que me hacían falta. Nos
hemos ido corriendo a la guarde y al cole. Se me había olvidado que teníamos
que hacer un ingreso en una cuenta bancaria, donde podía entrar solo con un
número desde el ordenador, a veces el DNI, una fecha, un número asignado… Y después
otro de cuatro cifras, arbitrario que ya te habían marcado los del banco.
También me llegó un mensaje al móvil comunicándome mis posibilidades de
consultar cómo iba la portabilidad del móvil. Una clave compuesta de cinco números
y una letra me facilitaba “total acceso a los datos de mi expediente” y los
pasos que seguirá la compañía. En eso se me acabó el móvil y tuve que volver a
encenderlo y marcar un número que hace años que sé a fuerza de aprendérmelo por
no querer cambiarlo, después de haber perdido el punk que es mucho más largo
que el pin. Cuando era más joven, varias veces me pasó que me confundí de
contraseña, tres veces, en medio de una noche de borrachera y tuve que volver a
consultar la caja del móvil para volver a encenderlo. Un número largo, largo,
imposible de memorizar para mentes razonables: el punk. Saber por qué lo llaman
así.
En estas cábalas y
me acordé de que tengo que ir a pagar una factura pendiente, y sólo puedo
hacerlo desde el cajero, porque es una factura fuera de plazo. También me
aprendí este número después de haber utilizado la cartilla, casi el cincuenta
por ciento de mi vida bancaria, cuando comprendí que andar con una cartilla por
el mundo era inoperativo por tener que esperar las colas en el banco o esperar
a que los jubilados actualicen su cartilla en el cajero Ese día sentencioso en
mi vida en que empecé a comprender de qué va todo, decidí que debería cambiar
el número de la tarjeta por uno más familiar, porque una vez has tomado la
decisión de sustituir la cartilla por la tarjeta, paso enormemente
significativo, pasarás a utilizar la contraseña muchas otras veces para buenas
y malas noticias, todas dinerarias. Y bueno como soy tan simple dije, la del
correo, pero claro todo el mundo me advirtió: no, no que es muy fácil que te la
averigüen y ¿si te roban la tarjeta?”. Ay dios entonces tuve que aprenderme la
contraseña asignada y con ella llevo funcionando años, desde aquel día y
después de haberme confundido varias veces y que tuvieran que enviarme varias
contraseñas, nuevas; o después de llevar el papelito con el número secreto en
la cartera y alguien más precavido me echara la bronca y lo tirara.
Uf y me senté a
trabajar ya sin tener que hacer uso de más contraseñas, porque estaban todas
ahí marcadas en las páginas web que tengo que utilizar y así no tengo que
acordarme, y al final los trabajos son ahora tan aleatorios, que puede que este
me dure poco y no me merezca la pena acordarme de tantas contraseñas para
trabajar, porque mañana puede cambiar todo.
Y abrí el facebook,
el gmail, el Hotmail, para mirar las noticias de los amigos si había alguna
esta mañana y el skipe y el messenger por si alguien aparecía… y me acordé
entre tanta vorágine de cifras y de letras, lo que me dijo mi hijo esta mañana,
sobre este mundo que le gusta tanto, en el que tendrá que aprender a manejarse.
Ay y pensé que de todas las cosas esta será probablemente la menos complicada,
a pesar de lo mucho que le cuesta a su madre.
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