Contraseñas de mi vida (16 de noviembre de 2010)



Mi hijo me ha dicho “mamá cómo me gusta este mundo” y que suerte contar con esa frase, así tan de mañana.


Después he ido al ordenador a ver si podía ver los mensajes del trabajo y actualizar la página web que tengo pendiente y he marcado los siete dígitos que me hacían falta. Nos hemos ido corriendo a la guarde y al cole. Se me había olvidado que teníamos que hacer un ingreso en una cuenta bancaria, donde podía entrar solo con un número desde el ordenador, a veces el DNI, una fecha, un número asignado… Y después otro de cuatro cifras, arbitrario que ya te habían marcado los del banco. También me llegó un mensaje al móvil comunicándome mis posibilidades de consultar cómo iba la portabilidad del móvil. Una clave compuesta de cinco números y una letra me facilitaba “total acceso a los datos de mi expediente” y los pasos que seguirá la compañía. En eso se me acabó el móvil y tuve que volver a encenderlo y marcar un número que hace años que sé a fuerza de aprendérmelo por no querer cambiarlo, después de haber perdido el punk que es mucho más largo que el pin. Cuando era más joven, varias veces me pasó que me confundí de contraseña, tres veces, en medio de una noche de borrachera y tuve que volver a consultar la caja del móvil para volver a encenderlo. Un número largo, largo, imposible de memorizar para mentes razonables: el punk. Saber por qué lo llaman así.

Finalizados todos los trámites, entré al PC del curro, que tiene una contraseña “recordada”, para no tener que marcarla todos los días, aunque pasado un tiempo tienes que volver a cambiarla: “quiere modificar su contraseña ahora, faltan nueve días para que su contraseña caduque”, y así en una cuenta atrás, hasta que una mañana llegas al PC y se enciende y te dice: “falta 1 día para que su contraseña caduque” y entonces tienes que cambiarla, con esa costumbre de dejarlo todo para última hora. Y viene a ser esta la misma que la anterior, cambiando sólo el número: “el último fue el 26, pues mañana el 27”, y así. Entonces te toca comunicárselo a todos tus compañeros, para que puedan entrar al ordenador.”Eh que ayer cambié el 26 por el 27 por si queréis entrar”. Es curioso sino no se puede. 





En estas cábalas y me acordé de que tengo que ir a pagar una factura pendiente, y sólo puedo hacerlo desde el cajero, porque es una factura fuera de plazo. También me aprendí este número después de haber utilizado la cartilla, casi el cincuenta por ciento de mi vida bancaria, cuando comprendí que andar con una cartilla por el mundo era inoperativo por tener que esperar las colas en el banco o esperar a que los jubilados actualicen su cartilla en el cajero Ese día sentencioso en mi vida en que empecé a comprender de qué va todo, decidí que debería cambiar el número de la tarjeta por uno más familiar, porque una vez has tomado la decisión de sustituir la cartilla por la tarjeta, paso enormemente significativo, pasarás a utilizar la contraseña muchas otras veces para buenas y malas noticias, todas dinerarias. Y bueno como soy tan simple dije, la del correo, pero claro todo el mundo me advirtió: no, no que es muy fácil que te la averigüen y ¿si te roban la tarjeta?”. Ay dios entonces tuve que aprenderme la contraseña asignada y con ella llevo funcionando años, desde aquel día y después de haberme confundido varias veces y que tuvieran que enviarme varias contraseñas, nuevas; o después de llevar el papelito con el número secreto en la cartera y alguien más precavido me echara la bronca y lo tirara.


Uf y me senté a trabajar ya sin tener que hacer uso de más contraseñas, porque estaban todas ahí marcadas en las páginas web que tengo que utilizar y así no tengo que acordarme, y al final los trabajos son ahora tan aleatorios, que puede que este me dure poco y no me merezca la pena acordarme de tantas contraseñas para trabajar, porque mañana puede cambiar todo. 

Y abrí el facebook, el gmail, el Hotmail, para mirar las noticias de los amigos si había alguna esta mañana y el skipe y el messenger por si alguien aparecía… y me acordé entre tanta vorágine de cifras y de letras, lo que me dijo mi hijo esta mañana, sobre este mundo que le gusta tanto, en el que tendrá que aprender a manejarse. Ay y pensé que de todas las cosas esta será probablemente la menos complicada, a pesar de lo mucho que le cuesta a su madre.





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