Crimen de guerra (publicada en 2003)



Hace más de un año que el cámara de Tele 5 José Couso fue asesinado en el Hotel Palestina  por el ejército estadounidense. Es así como yo creo que pasó. El mando militar estadounidense, autorizaba a los periodistas a ir, siempre con la aprobación del gobierno norteamericano, “empotrados” con los marines para cubrir el conflicto. Una nueva fórmula impuesta por las autoridades. Los que leímos por encima en aquellos días, nos dimos cuenta de que muchos periodistas no estaban de acuerdo con seguir dicha fórmula. El propio Anguita –no se si recuerdan ustedes, murió “empotrado” en el ejército norteamericano, cumpliendo todos los requisitos y los controles que se le exigieron- escribía en El Mundo, con ironía, acerca del entrenamiento ficticio al que les sometieron  y de la imposibilidad de contactar con las fuentes que ellos consideraban necesarias en cada momento. Estaban sometidos a una supuesta protección del ejército norteamericano. Los editores de los medios tuvieron que optar entre mandar a su gente “empotrada” o enviarla con los otros periodistas.

El mando militar estadounidense, conocía perfectamente que existían las dos fórmulas porque así lo estableció. Los que no pasaban por el control estaban fuera de él y no contaban con la supuesta protección del ejército en un conflicto no más sangriento que otros.

Las guerras son peligrosas. Y en esta como en la anterior guerra del golfo el mando estadounidense estableció los controles que debía tener la prensa. Sólo que mucha gente trata de hacer su trabajo lo mejor posible,  cubrir el conflicto de la mejor manera. Couso y sus otros compañeros no murieron en el Hotel Palestina por una negligencia del mando, ni mucho menos por desconocimiento de las autoridades de que existía un centro de prensa no empotrada. Igual que sabían que los periodistas que cubren un conflicto armado se refugian en una embajada, en un hotel, en un edificio público, porque no son militares y no van a hacer la guerra: van a informar, van a transmitir, van a hacer su trabajo.

Desde la muerte de Couso nadie decidió investigar, por mucho que sus familiares lucharan y muchos lo exigieran. Un magistrado lo pidió hace tres días. Desde hace mucho tiempo era necesario. Es lo justo.

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