Hace más de un año que el cámara de Tele 5 José Couso fue
asesinado en el Hotel Palestina por el
ejército estadounidense. Es así como yo creo que pasó. El mando militar
estadounidense, autorizaba a los periodistas a ir, siempre con la aprobación
del gobierno norteamericano, “empotrados” con los marines para cubrir el
conflicto. Una nueva fórmula impuesta por las autoridades. Los que leímos por
encima en aquellos días, nos dimos cuenta de que muchos periodistas no estaban
de acuerdo con seguir dicha fórmula. El propio Anguita –no se si recuerdan
ustedes, murió “empotrado” en el ejército norteamericano, cumpliendo todos los
requisitos y los controles que se le exigieron- escribía en El Mundo, con
ironía, acerca del entrenamiento ficticio al que les sometieron y de la imposibilidad de contactar con las
fuentes que ellos consideraban necesarias en cada momento. Estaban sometidos a
una supuesta protección del ejército norteamericano. Los editores de los medios
tuvieron que optar entre mandar a su gente “empotrada” o enviarla con los otros
periodistas.
El
mando militar estadounidense, conocía perfectamente que existían las dos
fórmulas porque así lo estableció. Los que no pasaban por el control estaban
fuera de él y no contaban con la supuesta protección del ejército en un
conflicto no más sangriento que otros.
Las
guerras son peligrosas. Y en esta como en la anterior guerra del golfo el mando
estadounidense estableció los controles que debía tener la prensa. Sólo que
mucha gente trata de hacer su trabajo lo mejor posible, cubrir el conflicto de la mejor manera. Couso
y sus otros compañeros no murieron en el Hotel Palestina por una negligencia
del mando, ni mucho menos por desconocimiento de las autoridades de que existía
un centro de prensa no empotrada. Igual que sabían que los periodistas
que cubren un conflicto armado se refugian en una embajada, en un hotel, en un
edificio público, porque no son militares y no van a hacer la guerra: van a
informar, van a transmitir, van a hacer su trabajo.
Desde
la muerte de Couso nadie decidió investigar, por mucho que sus familiares
lucharan y muchos lo exigieran. Un magistrado lo pidió hace tres días. Desde
hace mucho tiempo era necesario. Es lo justo.
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