PRÓLOGO
Cualquier parecido con la
realidad de El esperpento guarda total relación con mi trabajo y las
personas que conocí. Su descripción exhaustiva responde a dos años de sufrida
relación con una de las personas menos competentes en el mundo de la política y
temible en el campo de la enseñanza. Jefe de personal y antirreligioso abnegado
se define a sí mismo como gran escritor y corrector incansable de “burradas” y
“mierdas” de los demás. Mi intención plena y reconocida es escribir y describir
sus virtudes extremas.
Recomendaciones a Alfonsito para su vida diaria:
- Sentarse y hablar como un adulto frente a otro, sin insultar y procurando no ir a contarle al jefe cuando sus compañeros de trabajo no le hablan. El equivalente a ser un hombre y no un niño. Básico.
- Mirar más allá del físico de las mujeres, que suelen además de culo y tetas, tener cerebro.
- Incluir a Bukowsky entre sus numerosos libros de literatura, relato Open Pussy, un periódico underground. Enormemente ilustrativo para algunos frustrados políticos de izquierdas.
El esperpento
El esperpento es un señor bajito
con canas, que ejerce de concejal en un Ayuntamiento. La mayor parte del tiempo
resulta bastante desagradable porque al moverse entre mujeres y creerse
espontáneo se permite hacer comentarios ofensivos en su mayoría machistas, que
no define como tales. A pesar de que en un 90 por ciento de su tiempo de arduo
trabajo se relaciona con mujeres, se para en seco ante las chicas que le gustan
y emite comentarios halagadores acerca de su atuendo o de su físico. “¡¡Tú te
estas poniendo, que madre mía!!”, además de manifestar debilidad por algunas
compañeras concejalas “que están muy buenas” y relacionar el humor de las
mujeres con aquello de si anoche hicieron o no hicieron algo con sus parejas.
Muestra su posición preocupada y preocupante con lo poco que ve a su mujer y lo
poco que desea verla, en foros tales como reuniones de trabajo fuera de horario
y ante otros compañeros, y predica los días que hace la compra en un pretendido
esfuerzo por parecer comprensivo y colaborador en el hogar.
Entre sus virtudes básicas
también figura el cagar y mear en el Ayuntamiento. Caga leyendo el periódico
que no compra, robado a hurtadillas de
la mesa de alguien, incapaz de pedirlo. Mea con la puerta abierta porque para
eso es el Rey del lugar y siempre es necesario marcar territorio.
Alfonsito se llama. Lleva tres concejalías importantes.
Tiene cero conciencia medioambiental, desconoce los entresijos del urbanismo,
echa cabezaditas en los plenos y grita cuando le apetece para parecer valiente.
En consonancia con sus habilidades es concejal de personal, de urbanismo y medio ambiente.
Tiene por supuesto ciertas
aptitudes y está hecho en general para todo. La literatura es una cosa que le
encanta, lee mucho sobre todo cagando pero aprovecha cualquier oportunidad en
los discursos o en los boletines para hacer gala de sus conocimientos
artísticos. Es frecuente que escriba
algo a mano, porque el ordenador, al igual que otros grandes clásicos de la
literatura, es un ·bicho· que no sabe cómo manejar. Recurre a los escritores
reconocidos para armar una editorial
decente, escrita por supuesto a mano, con tachones y correcciones que
luego manda copiar a alguien, mostrando de esta manera sus buenos modales y el
respeto hacia los demás. Se sienta y dice: “He escrito esto un poco por encima,
porque a mí no me gustan los ordenadores”. Después, emite un pequeño grito
autoritario que lleva inmediatamente a que otros se pongan a escribir sus
“letras” a la orden de ya. “Venga copia”, dice él.
Tiene amplios conocimientos sobre
urbanismo. En general esta concejalía que tanto le aprieta pero nunca le ahoga,
le trae por un camino muy amargo. Resopla incesantemente por las escaleras,
diciéndose a sí mismo lo bueno que es por atender a las masas ingentes de
población que acuden a visitarle pidiéndole explicaciones por algo que no hizo
o hizo mal. Necesita para llevar su agenda a varias mujeres secretarias. Ellas,
las más valientes, son quienes tienen que vérselas con la gente del pueblo que
viene a ver a Alfonsito durante tres días consecutivos. “Si es que no tengo
tiempo para nada”, dice él, “por favor dile que tengo una reunión muy
importante que ahora no puedo salir”. Las chicas le rebaten: “pero si lleva
tres días viniendo”. “Ya joder, que ahora no puedo, ahora no puedo”, concluye y
huye veloz al despacho de el Alcalde adentrándose de nuevo en una reunión de
urbanismo, en la que la mayor parte de las veces no entiende nada.
Las conclusiones de Alfonsito suelen
ser precipitadas pero nunca se equivoca, porque ante los ardientes argumentos
de sus trabajadores, siempre se deja convencer. Depende siempre por supuesto de
si eres chica o chico, y de tu fisonomía. Este es un punto fundamental de
algunos jefes de personal. Durante más de un año no sabía exactamente cuáles
eran las limpiadoras, cuáles los barrenderos, tenía cierta actitud defensiva
frente a los trabajadores de otros
centros que no fueran del Ayuntamiento y se mostraba muy anárquico con aquello de las bajas, las altas
y las vacaciones. Esto le da cierto toque postmoderno y progre que le sienta muy bien cuando puede
hacer concesiones. El poder le enaltece. “No te preocupes si necesitas mañana,
déjame el papel encima de la mesa”. El criterio básico para la firma de los papeles
es la memoria. Si se acuerda te lo firma, sino no. Pobre Alfonsito, lo
pasa fatal porque no se sabe los nombres de la gente. Sólo basta ser un poco
observador para darse cuenta de que efectivamente la informática tiene que
entrar en su vida y que entre el personal indispensable a su cargo figura
siempre alguien a quien manda copiar los nombres de la gente en un papel, reciba las altas y las bajas y haga su
trabajo. Alfonsito está hecho para otras
labores, propias de un ser lúcido como él.
Además esto no tiene por qué
hacerlo él, para eso tiene a las otras. A conjunto con su extremada
inteligencia, juzga el trabajo de los demás que desconoce por completo, pero
siempre hay exactitud y mucha concreción en sus palabras. “No sirves para
nada”, te dice, o “tu departamento no funciona”, si le llevas la contraria
entonces es capaz de señalar perfectamente: “A mí nadie me va a decir cómo
tengo que hacer las cosas”.
Mantiene una posición que le coloca entre las altas esferas
del poder y lo que más disfruta es darse vueltecitas en la silla con ruedas. La
silla con ruedas se encuentra detrás de la gran mesa del alcalde. Se coloca
detrás del púlpito y se dice a sí mismo y a los demás “aquí estoy yo” y empieza
a dar vueltas de izquierda a derecha.
La izquierda ¡ay! (suspiro), la
izquierda. La ideología de algunos
pensadores afiliados. Alfonsito es una especie en extinción que ejerce el
proselitismo rural, en el que él, se distingue sobre todo por la pose. La pose
le sirve para exhibir a allegados y desconocidos su experiencia vital que es
fundamental e importantísima para definir su personalidad. Todo el mundo sabe
que es maestro, que es de Aragón, que ha vivido en Barcelona, que experimentó
una etapa de gran crecimiento en su vida cuando
trabajó en la escuela barcelonesa, que ejerció como profesor de primaria
desarrollando nuevas técnicas de enseñanza innovadoras y aprendidas... En su
acerbo cultural figura además una capacidad de trabajo ilimitada. Horas y horas
en el Ayuntamiento resoplando por los pasillos, ante tanta presión política.
Suspiros de España. Se distingue de sus compañeros por lo bajito y por esa forma tan peculiar de manifestar su
preocupación, saliendo de su despacho y ampliando el paso unos centímetros más,
a la vez que sopla con agobio y dice: “no me da tiempo a hacer nada, no me da
tiempo a hacer nada”.
Ser de Aragón, ser profesor y
sobre todo esa manifestación de objeción de conciencia de criticar al cura de
su pueblo y no ir a misa, a pesar de los actos oficiales, le definen como ese
político de izquierdas inconmensurable que se deja ver en las fotos. Las fotos
son una herramienta fundamental. Ante todo se acerca a los famosos y se saca
una foto, o se acerca a la fumigación y plantación de árboles. Sus labores de
control de la concejalía le llevan a colocarse ante el hoyo del arbolito y
llevarse a alguien para que cuando esté con la pala, aproximadamente 20
minutos, le inmortalice en tan encomiable labor. A la orden de “ahora ya
puedes” o la pregunta de “¿me has sacado bien?”, se puede decir que entre sus
virtudes encontramos su capacidad para entender que una imagen vale más que mil
palabras.
Y continuará...
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