El Esperpento (2004)



PRÓLOGO



Cualquier parecido con la realidad de El esperpento guarda total relación con mi trabajo y las personas que conocí. Su descripción exhaustiva responde a dos años de sufrida relación con una de las personas menos competentes en el mundo de la política y temible en el campo de la enseñanza. Jefe de personal y antirreligioso abnegado se define a sí mismo como gran escritor y corrector incansable de “burradas” y “mierdas” de los demás. Mi intención plena y reconocida es escribir y describir sus virtudes extremas.



Recomendaciones a Alfonsito para su vida diaria:





  1. Sentarse y hablar como un adulto frente a otro, sin insultar y procurando no ir a contarle al  jefe cuando sus compañeros de trabajo no le hablan. El equivalente a ser un hombre y no un niño. Básico.
  2. Mirar más allá del físico de las mujeres, que suelen además de culo y tetas,  tener cerebro.
  3. Incluir a Bukowsky entre sus numerosos libros de literatura, relato  Open Pussy, un periódico underground. Enormemente ilustrativo para algunos frustrados políticos de izquierdas.



El esperpento


El esperpento es un señor bajito con canas, que ejerce de concejal en un Ayuntamiento. La mayor parte del tiempo resulta bastante desagradable porque al moverse entre mujeres y creerse espontáneo se permite hacer comentarios ofensivos en su mayoría machistas, que no define como tales. A pesar de que en un 90 por ciento de su tiempo de arduo trabajo se relaciona con mujeres, se para en seco ante las chicas que le gustan y emite comentarios halagadores acerca de su atuendo o de su físico. “¡¡Tú te estas poniendo, que madre mía!!”, además de manifestar debilidad por algunas compañeras concejalas “que están muy buenas” y relacionar el humor de las mujeres con aquello de si anoche hicieron o no hicieron algo con sus parejas. Muestra su posición preocupada y preocupante con lo poco que ve a su mujer y lo poco que desea verla, en foros tales como reuniones de trabajo fuera de horario y ante otros compañeros, y predica los días que hace la compra en un pretendido esfuerzo por parecer comprensivo y colaborador en el hogar.



Entre sus virtudes básicas también figura el cagar y mear en el Ayuntamiento. Caga leyendo el periódico que no compra,  robado a hurtadillas de la mesa de alguien, incapaz de pedirlo. Mea con la puerta abierta porque para eso es el Rey del lugar y siempre es necesario marcar territorio.



Alfonsito se llama. Lleva tres concejalías importantes. Tiene cero conciencia medioambiental, desconoce los entresijos del urbanismo, echa cabezaditas en los plenos y grita cuando le apetece para parecer valiente. En consonancia con sus habilidades es concejal de personal, de urbanismo  y medio ambiente.



Tiene por supuesto ciertas aptitudes y está hecho en general para todo. La literatura es una cosa que le encanta, lee mucho sobre todo cagando pero aprovecha cualquier oportunidad en los discursos o en los boletines para hacer gala de sus conocimientos artísticos. Es frecuente que  escriba algo a mano, porque el ordenador, al igual que otros grandes clásicos de la literatura, es un ·bicho· que no sabe cómo manejar. Recurre a los escritores reconocidos para armar una editorial  decente, escrita por supuesto a mano, con tachones y correcciones que luego manda copiar a alguien, mostrando de esta manera sus buenos modales y el respeto hacia los demás. Se sienta y dice: “He escrito esto un poco por encima, porque a mí no me gustan los ordenadores”. Después, emite un pequeño grito autoritario que lleva inmediatamente a que otros se pongan a escribir sus “letras” a la orden de ya. “Venga copia”, dice él.







Tiene amplios conocimientos sobre urbanismo. En general esta concejalía que tanto le aprieta pero nunca le ahoga, le trae por un camino muy amargo. Resopla incesantemente por las escaleras, diciéndose a sí mismo lo bueno que es por atender a las masas ingentes de población que acuden a visitarle pidiéndole explicaciones por algo que no hizo o hizo mal. Necesita para llevar su agenda a varias mujeres secretarias. Ellas, las más valientes, son quienes tienen que vérselas con la gente del pueblo que viene a ver a Alfonsito durante tres días consecutivos. “Si es que no tengo tiempo para nada”, dice él, “por favor dile que tengo una reunión muy importante que ahora no puedo salir”. Las chicas le rebaten: “pero si lleva tres días viniendo”. “Ya joder, que ahora no puedo, ahora no puedo”, concluye y huye veloz al despacho de el Alcalde adentrándose de nuevo en una reunión de urbanismo, en la que la mayor parte de las veces no entiende nada.


Las conclusiones de Alfonsito suelen ser precipitadas pero nunca se equivoca, porque ante los ardientes argumentos de sus trabajadores, siempre se deja convencer. Depende siempre por supuesto de si eres chica o chico, y de tu fisonomía. Este es un punto fundamental de algunos jefes de personal. Durante más de un año no sabía exactamente cuáles eran las limpiadoras, cuáles los barrenderos, tenía cierta actitud defensiva frente a  los trabajadores de otros centros que no fueran del Ayuntamiento y se mostraba muy  anárquico con aquello de las bajas, las altas y las vacaciones. Esto le da cierto toque postmoderno  y progre que le sienta muy bien cuando puede hacer concesiones. El poder le enaltece. “No te preocupes si necesitas mañana, déjame el papel encima de la mesa”. El criterio básico para la firma de los papeles es la memoria. Si se acuerda te lo firma, sino no. Pobre Alfonsito, lo pasa fatal porque no se sabe los nombres de la gente. Sólo basta ser un poco observador para darse cuenta de que efectivamente la informática tiene que entrar en su vida y que entre el personal indispensable a su cargo figura siempre alguien a quien manda copiar los nombres de la gente en un papel,  reciba las altas y las bajas y haga su trabajo.  Alfonsito está hecho para otras labores, propias de un ser lúcido como él.




Además esto no tiene por qué hacerlo él, para eso tiene a las otras. A conjunto con su extremada inteligencia, juzga el trabajo de los demás que desconoce por completo, pero siempre hay exactitud y mucha concreción en sus palabras. “No sirves para nada”, te dice, o “tu departamento no funciona”, si le llevas la contraria entonces es capaz de señalar perfectamente: “A mí nadie me va a decir cómo tengo que hacer las cosas”.



Mantiene una posición que le coloca entre las altas esferas del poder y lo que más disfruta es darse vueltecitas en la silla con ruedas. La silla con ruedas se encuentra detrás de la gran mesa del alcalde. Se coloca detrás del púlpito y se dice a sí mismo y a los demás “aquí estoy yo” y empieza a dar vueltas de izquierda a derecha.



La izquierda ¡ay! (suspiro), la izquierda. La ideología  de algunos pensadores afiliados. Alfonsito es una especie en extinción que ejerce el proselitismo rural, en el que él, se distingue sobre todo por la pose. La pose le sirve para exhibir a allegados y desconocidos su experiencia vital que es fundamental e importantísima para definir su personalidad. Todo el mundo sabe que es maestro, que es de Aragón, que ha vivido en Barcelona, que experimentó una etapa de gran crecimiento en su vida cuando  trabajó en la escuela barcelonesa, que ejerció como profesor de primaria desarrollando nuevas técnicas de enseñanza innovadoras y aprendidas... En su acerbo cultural figura además una capacidad de trabajo ilimitada. Horas y horas en el Ayuntamiento resoplando por los pasillos, ante tanta presión política. Suspiros de España. Se distingue de sus compañeros por lo bajito y  por esa forma tan peculiar de manifestar su preocupación, saliendo de su despacho y ampliando el paso unos centímetros más, a la vez que sopla con agobio y dice: “no me da tiempo a hacer nada, no me da tiempo a hacer nada”.



Ser de Aragón, ser profesor y sobre todo esa manifestación de objeción de conciencia de criticar al cura de su pueblo y no ir a misa, a pesar de los actos oficiales, le definen como ese político de izquierdas inconmensurable que se deja ver en las fotos. Las fotos son una herramienta fundamental. Ante todo se acerca a los famosos y se saca una foto, o se acerca a la fumigación y plantación de árboles. Sus labores de control de la concejalía le llevan a colocarse ante el hoyo del arbolito y llevarse a alguien para que cuando esté con la pala, aproximadamente 20 minutos, le inmortalice en tan encomiable labor. A la orden de “ahora ya puedes” o la pregunta de “¿me has sacado bien?”, se puede decir que entre sus virtudes encontramos su capacidad para entender que una imagen vale más que mil palabras.  




Y continuará...

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