El hombre cosa



¿Y qué?” -dijo el viejo sentado en una silla, expresamente hecha para él-. Un tremendo control de inhumanidad  desmedida, de bestialidad que ni siquiera un ser irracional puede alcanzar, le hizo reconocer ante las cámaras, que no tenía ningún remordimiento.



No creo que haya que hacer concesiones en estos casos, estos casos en que ese algo se permite decir ante los medios que esto de matar a miles y miles de personas, en una de las peores dictaduras de Latinoamérica, no tiene ninguna importancia. 




No reproduzco cifras. No creo que en las cifras resida la incapacidad, la impotencia, la rabia, el miedo, la pérdida de un ser querido que murió de la forma más cruel de todas.



No hay nada más grave en este mundo que el hecho de que cualquier cosa-persona o no sé qué,  apruebe desde su gobierno la violación como sistema de tortura y luego lo niegue. No hay nada más grave que un hombre-cosa mande a su ejército arrojar en medio del mar desde un helicóptero a embarazadas, adolescentes, hombres... Después de que fueran torturados por días y días, encerrados en estadios de fútbol, comisarías de policía y otros tantos lugares oscuros, con los ojos vendados, sin saber que iba a ser de ellos, sin esperanza ninguna de salir con vida. Miles y miles. No se pueden contar. Privados de libertad por un ejército dirigido y apoyado por el Estado y por Estados extranjeros. No hay nada más grave que la violencia sistematizada, para matar a un pueblo de la forma más cobarde, porque se les ocurrió opinar distinto.  Para esto el cine llega a ser increíblemente ilustrativo, véase “La noche de los lápices”, “Missing”... . Pero no es así como aprendimos los demás hombres y mujeres que existía semejante ser deleznable, incomparable a otros seres de este mundo. Porque no hay ningún texto, párrafo, libro, película que pueda reproducir la incapacidad y el miedo de personas que después de haber sufrido tan tremenda pérdida, tengan que soportar la presencia en sus vidas y en las instituciones de otro que nunca fue persona. El hombre-cosa que morirá espero, intranquilo en su cama, va a ser juzgado por un Tribunal Supremo en su propio país.



Les admiro, admiro mucho a esa gente que aguanta hasta el final, la madurez de un pueblo que tiene la paciencia, la tolerancia, la incansable lucha de esperar peleando sin utilizar las mismas armas, para que un tribunal diga muy alto para que todos lo oigan, que sí existió la Operación Cóndor y que sí fue el hombre-cosa el principal responsable. Me sorprenden todas esas personas y me alegra pensar que por fin verán a la cosa sentada en otra silla, que esta vez no esté hecha para él. 

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