Me parece que no habría que justificarse. Desde el momento, en que hay algo que justificar hay algo que pasa. Y pasa porque en el subconsciente colectivo existe la certeza, de que el hecho de reivindicar algo, necesita de una explicación. Es verdad, que tanto hombres como mujeres estamos hartos de oír de un lado y de otro, la necesidad o no del feminismo ahora. Mi respuesta está casi siempre en la manera de explicárselo a los niños o a las niñas, porque parece que así tenga que ser. Yo se lo explico a mi hijo mayor y a mi hija mayor. La verdad es que mi experiencia personal, igual que la de muchas otras personas, condiciona mi pensamiento y también mi forma de ver las cosas. Por lo tanto, no soy objetiva, en absoluto, y no pretendo serlo y por lo tanto explico las cosas, desde mi punto de vista y no quiero justificarme. Desde el momento en que lo hago, parece que soy culpable de algo. Y no lo soy.
Si me pregunta mi hijo y otras personas digo que es
necesario el feminismo y no es un movimiento radical, aunque opino que sí
debería serlo. Es necesario, yo debería ser feminista, no lo soy, o al menos no
lo soy lo suficiente. Debería ser una cuestión presente, en nuestras vidas,
porque en realidad, sin ser víctima de ningún verdugo, la verdad es que sufro y
como yo muchas mujeres, de las consecuencias de un sistema, que prima los
derechos de los hombres sobre los de las mujeres.
Es verdad, como un templo, que las mujeres mueren o se las viola. No es un tópico, ni discurso manido, ni es una “ideología” imperante. El hecho es que por alguna razón tristemente enraizada en la sociedad, las mujeres “pueden morir” y mueren y se las maltrata, por parte de los que se dicen sus parejas y exparejas. Extrañamente, la justificación aparece: “pero también hay hombres a los que matan sus parejas”. Desgraciadamente, tengo que decirles a mis colegas de trabajo, “Sí es posible, ¿cuántos?” y tengo que recordarles, que el hecho de que el homicidio exista en la sociedad, no justifica que tenga que existir la violencia contra la pareja. Los hombres sufren maltrato: “sí sufren, ¿cuántos?” En esta cuestión, surge también una pregunta fundamental: ¿cuántas denuncias son falsas? Y sobre todo, ¿Por qué los hombres que dicen que existen denuncias falsas, no denuncian? La denuncia falsa es un delito penal tipificado. Otra vez, ¿cuántos denuncian? Frente a esto, y también se lo explico a mis hijos, aparece el discurso de que, “oye, ellos son maltratados” por el sistema, que no les escucha, no les hace caso y ante la alarma social de la muerte, activa unos sistemas preventivos, con los que coincide que algunos hombres y algunas mujeres no están de acuerdo, por calificarlos de excesivos. Es curioso que ante estos mecanismos preventivos, “excesivos”, para algunos, las mujeres sigan muriendo. Y repito: Las mujeres.
Es verdad, como un templo, que las mujeres mueren o se las viola. No es un tópico, ni discurso manido, ni es una “ideología” imperante. El hecho es que por alguna razón tristemente enraizada en la sociedad, las mujeres “pueden morir” y mueren y se las maltrata, por parte de los que se dicen sus parejas y exparejas. Extrañamente, la justificación aparece: “pero también hay hombres a los que matan sus parejas”. Desgraciadamente, tengo que decirles a mis colegas de trabajo, “Sí es posible, ¿cuántos?” y tengo que recordarles, que el hecho de que el homicidio exista en la sociedad, no justifica que tenga que existir la violencia contra la pareja. Los hombres sufren maltrato: “sí sufren, ¿cuántos?” En esta cuestión, surge también una pregunta fundamental: ¿cuántas denuncias son falsas? Y sobre todo, ¿Por qué los hombres que dicen que existen denuncias falsas, no denuncian? La denuncia falsa es un delito penal tipificado. Otra vez, ¿cuántos denuncian? Frente a esto, y también se lo explico a mis hijos, aparece el discurso de que, “oye, ellos son maltratados” por el sistema, que no les escucha, no les hace caso y ante la alarma social de la muerte, activa unos sistemas preventivos, con los que coincide que algunos hombres y algunas mujeres no están de acuerdo, por calificarlos de excesivos. Es curioso que ante estos mecanismos preventivos, “excesivos”, para algunos, las mujeres sigan muriendo. Y repito: Las mujeres.
Pero el sistema: “Les da la razón a ellas”. Esto por
defecto, según dicen. Y les vuelvo a decir a mi hijo y a mi hija, que otra vez
es totalmente necesario ser feminista porque realmente los que mantienen esa
postura, mienten. Mienten cuando dicen que por defecto, se cree a la mujer,
también cuando dicen que ellas tienen todo el poder de ponerles en el punto de
mira, mienten cuando dicen que cualquier cosa vale ante un juez, que no te
cuestiona. Mienten en todo. Es su manera de matizar la generalidad. “No todos
son así”. De hecho no lo son. La gente pelea por que está en contra de lo que
se convierte en una norma injusta. Y la norma es, en esta sociedad, que el
hombre no es ni cuestionado, ni metido en la cárcel, ni obligado a que cumpla
con la responsabilidad que debería tener con respecto a sus hijos e hijas,
porque para ellos es un derecho. No hay obligación, ni moral ni legal que
obligue a un padre a ocuparse de los hijos e hijas que quiso tener. La norma en
realidad, es todo lo contrario de lo que predican algunos. Y la legalidad se
ciñe a esta costumbre social y enraizada, porque el sistema es machista.
Recuerdo muy bien cuando mi expareja me decía “bueno tú ya has
hecho lo que tenías que hacer, ahora me toca a mí”. Se refería al campo de lo
profesional. Yo le creía. Bueno, tuve hijos, a partir de los 30 viajé, trabajé
en lo que era mi sueño y al contraer un compromiso con él, la vida se paró. Si
soñaba, paraba de soñar porque le creía. Demasiadas ocupaciones, demasiadas
responsabilidades, y muchas cosas que pasaron a ser prioridad, antes que yo
misma. Lo cierto, es que era yo quien llevaba un sueldo a casa, eso de lo que
presumen algunos, y también del cuidado de mis hijos, de comprar, de limpiar,
de sacarles a la calle, de discutir, de pelear por el tiempo presente con sus
hijos, de pelear, de pelear, de pelear… La vida se paró y lo digo de manera
literal porque así fue para mí. En lo profesional se paró con él, y volvió a
empezar en todos los sentidos, cuando decidí irme y empezar una vida nueva con
mis hijos.
Si me preguntan mis hijos, “¿mamá porque ya no eres periodista?”, bueno hay muchas cosas. Pero tienen que saber, que parar mí que elegí y prefiero pasar más tiempo con ellos, que ahora son tres, es absolutamente incompatible, trabajar en el periodismo, ser una persona competente y efectiva en mi trabajo y compartir la mayor parte del tiempo con ellos. No puedo ser madre y periodista a la vez, a veces no puedo ser madre y a la vez buena trabajadora, aunque cuente con el mejor compañero del mundo, ahora. A veces, como dice una gran amiga, me convierto en madre “modo básico”, dando respuesta a las necesidades esenciales
¿Esta es mi historia? No, no es mi historia, es la de miles y miles. No es solo la mía. Las “elecciones” vienen también supeditadas a la falta de libertad ¿Puede una mujer dejar de ser madre? Y si deja de serlo ¿qué pasa? Como me dijo una vez el padre de mi hijo y mi hija mayor: “te quedas tú con los niños hasta que yo me sienta preparado, pero no te firmo nada”.
Todos y todas sabemos que el sistema está preparado para esto. Los niños abandonados se convierten en niños tutelados. Los niños abandonados por sus padres, y digo padres, se convierten en niños y niñas con ciertos problemas afectivos, que alguien se encargará de solucionar. Mientras tanto para algunos padres, son muebles que guardar, cuando estemos preparados para cuidar la madera.
Si me preguntan mis hijos, “¿mamá porque ya no eres periodista?”, bueno hay muchas cosas. Pero tienen que saber, que parar mí que elegí y prefiero pasar más tiempo con ellos, que ahora son tres, es absolutamente incompatible, trabajar en el periodismo, ser una persona competente y efectiva en mi trabajo y compartir la mayor parte del tiempo con ellos. No puedo ser madre y periodista a la vez, a veces no puedo ser madre y a la vez buena trabajadora, aunque cuente con el mejor compañero del mundo, ahora. A veces, como dice una gran amiga, me convierto en madre “modo básico”, dando respuesta a las necesidades esenciales
¿Esta es mi historia? No, no es mi historia, es la de miles y miles. No es solo la mía. Las “elecciones” vienen también supeditadas a la falta de libertad ¿Puede una mujer dejar de ser madre? Y si deja de serlo ¿qué pasa? Como me dijo una vez el padre de mi hijo y mi hija mayor: “te quedas tú con los niños hasta que yo me sienta preparado, pero no te firmo nada”.
Todos y todas sabemos que el sistema está preparado para esto. Los niños abandonados se convierten en niños tutelados. Los niños abandonados por sus padres, y digo padres, se convierten en niños y niñas con ciertos problemas afectivos, que alguien se encargará de solucionar. Mientras tanto para algunos padres, son muebles que guardar, cuando estemos preparados para cuidar la madera.
Esto no me pasa a mí. Le pasa a muchas mujeres. Hay hombres
que son personas, y hay otros que no lo son. Pero lo cierto, es que el sistema
tolera cómodamente a los hombres que no son personas, los justifica y garantiza
sus derechos, pero no al revés. De hecho, gran parte de la sociedad, explica y
justifica sus comportamientos, como lógicos, e interpreta las consecuencias de
sus actos como asumibles por el
resto, con un alto grado de naturalidad:
Le pregunté a mi hijo mayor si quería venir a la
manifestación, me peguntó que en contra de qué, le dije que a favor de los
derechos de las mujeres: “no me hace falta nada más, yo voy”. La hora de la
manifestación coincidía con la hora en que la pareja de su padre, después de
salir de trabajar, venía a recogerles. Luego, se los llevó a su padre que estaba esperando, sin hacer nada, a que se los trajeran, después de más de un
mes sin verles, porque se fue a trabajar fuera de la península, para conseguir
un sueldo, con el que no paga la pensión de sus hijos. Claro que mi hijo no fue
a la manifestación, y por supuesto mi hija.
Y este no es mi caso, es el de muchas mujeres. Por
desgracia, continuará… Por eso es necesario, que mis hijos sean feministas. Lo
contrario sería malo para ellos.
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