UNIDAD FAMILIAR


-Estamos a punto de pasar un año así.

-¿Un año cómo?- Levantó la cabeza casi sin sentir que la levantaba, mirando por encima de las gafas. Sin mucho interés.

-Mujer así, cómo estamos ahora. Sin saber. –Era un poco más joven, no mucho más.

-¿Y qué quieres saber?- Volvió a mirar por encima de las gafas.

-Pues no sé mujer, qué va a pasar si vacunan, si no, si terminan. Y luego qué… - Lo dijo sin mucha preocupación, sentada en frente de su hermana. Sin apenas, mirarla tampoco, ojeando el móvil.

Ahora sí Julia, se quitó las gafas, las utilizaba para ver de cerca, pero veía mal de cualquier forma, y siempre sentía que eran gafas de abuela. Le molestaban, a la vez que la ayudaban, y no podía evitar mirar por encima de ellas.

-Eso cómo todo, qué vamos a saber, nos tocará cuando nos toque, lo haremos, y veremos cómo va la vida, iremos viendo. La incertidumbre es algo que no vas a poder evitar- Lo dijo medio enfadada, esperando una respuesta contraria, o una reacción.

-Bueno mujer, reconoce que esto es distinto. Esto era inesperado. Nadie se lo podía imaginar… Así que es una incertidumbre, pero diferente. La gente se pregunta cosas: cómo será la vida a partir de ahora, si volverá a pasar algo parecido, cómo irá el trabajo…

Julia volvió a bajar la cabeza y siguió mirando el libro, pero sin leerlo. No quería decir mucho. Ni tampoco discutir. Podía pensar que este era justo el punto. No saber a qué atenerse. Si su vida se iba a ver muy trastocada. Pero el año, sin duda, no era el punto de inflexión. Era algo que nos había sucedido de repente, pero también poco a poco.  Lo que pensaba es que se había adaptado, sin pensar demasiado: Iba a casa de su madre a dejarle tapers de comida o la compra básica, se la dejaba en la puerta y se volvía.  Luego pudo entrar y la abrazó con mascarilla, sin besarla, o besándola por reflejo a través de ella, conteniéndose, y con un abrazo más largo, para compensarle lo del beso.

Veía poco a sus hijos, les llamaba por video conferencia, trabajaba desde casa, se cuidaba moderadamente, con más tiempo para ella, tomaba cafés virtuales con las amigas… Saltarse  las normas, era para ella ver a su hermana por la mañana y sentarse la una frente a la otra, en su grupo burbuja, “como en los colegios”. Pensaba: la “unidad familiar”. De repente, el lenguaje cobraba una dimensión distinta: “unidad familiar”, “como si mi hermana, no fuera mi unidad familiar”, se decía un poco enfadada, pero no triste.

Ahora que Victoria lo decía, ya hacía un año que nos llegó esto. Era mentira que se hubiera acostumbrado a ciertas cosas. Casi todos los días se dejaba la mascarilla en la entrada, y tenía que volver a por ella. Tampoco es que tuviera  demasiado miedo, o no más que a otras enfermedades. Pensaba que por edad, estaba en esa franja en que cualquier cosa podría pasar, y que de alguna manera estaba expuesta a muchas cosas, así que  era más práctica: “mejor no pensar mucho en enfermedades”, como si pensando menos en ello, redujera probabilidades.

Victoria era más vitalista, como más luchadora, o al menos así le había parecido siempre. Ella se vería más cohibida por no haber podido hacer aquellos viajes largos, o irse de voluntaria, que eso de “voluntaria virtual”, le parecía un sin sentido. Era más histriónica, casi para todo, así que verse en esa tesitura debía costarle. Cuando se sentaba la ponía al día de todo: que si las restricciones, las nuevas medidas, los corrupciones varias, los rollos políticos… Hasta de los vecinos le hablaba. “Es su cosa periodística, que la pierde”, se dijo. Pero ya lo de hacer aniversarios, le pareció como hasta medio mal. Como si tuviéramos que hacerle homenajes: “Encima”.

Pero Victoria insistía cargada de razón: “A ver, Julia que es que esta etapa se va a estudiar en los libros de historia, y de la historia solo se aprende si se recuerda, ya lo sabes”. Bueno y era un poco más. Escuchando un recordatorio mañanero en la radio, era una cuestión emocional. “¿Cómo éramos antes de?”.

Para Julia no había muchos cambios. Es verdad, que salir al campo le había producido cierta emoción, pensar que el agua se había limpiado un poco en el mundo, recuperar  la conciencia ecológica,  porque ahora no tenía que coger el coche para ir a trabajar, sentir la ausencia de sus dos hijos, cierta añoranza, que no era muy diferente  a cuando se fueron de casa… Pero sí, alzó la mirada otra vez y se lo reconoció: “Sí esto es distinto, en eso tienes razón, no sabemos”.

Victoria sonríó algo triunfante. Se terminó el café, dejó de mirar el móvil y se acercó a darle un beso para despedirse: “Bueno chiqui, no pienses mucho, que te conozco” y se fue hacia la puerta con la compra y un “mañana nos vemos” en el aire.

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